martes, 1 de marzo de 2011

Una noche como esta.

                                 Vovía a casa con la mente destrozada por el alcohol y el cuerpo dolorido, pisoteado por el baile, la música y las estupideces que son capaces de escupir una manada de adolescentes exaltados. Ella no se había marchado aún y se aferraba a mi mano buscando en ella un soporte para su embriaguez. El alcohol y esa serie de hermosas mentiras que llamamos amor se confabulaban en mi contra haciéndome ver a la muchacha triste y desgastada que colgaba de mi brazo como una de los seres más bellos y graciles de la creación. La luna brillaba sobre nuestras cabezas bañando en plata la visión de una ciudad dormida y nada me preveeía de lo cerca que se hallaba mi propia destrucción...
                               Pero eso fue una historia más, una de esas historias que nos acercan a nuestros demonios y arrancan la corteza del alma tras la que se oculta aquello que somos en verdad. Una de tantas que, por miedo a vernos reflejados en la verdad sepultamos con el tiempo y despedimos diciendonos que son historias para no recordar. Ahora que el tiempo me ha postrado ante la realidad he decidio afrontar esas historias, acercarme más a mi mismo y degustar con vosotros las experiencias que me preceden. Por ello y para aquellos que os dejeís arrastrar por mis palabras os invito a compartir vuestros demonios con la promesa de que vuestro apoyo a este blog será gratamente compensado.

Saludos desde la noche.

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